jueves, 14 de diciembre de 2017

En la patria (Nicolás Estévanez):

La Laguna, 1893


Santa Cruz, patria querida,
consuelo del navegante,
sirena del mar Atlante
por las espumas mecida;

Bella ninfa de los mares,
paloma de la ribera
que te arrullas placentera
al son de blandos cantares;

Hermosa ciudad marina
de blancura nacarada,
entre montes reclinada
como en su concha una ondina;

Hija del Teide gigante,
la de la playa riente,
la del cielo transparente
y el piélago murmurante;

Brindas contento y amores
en tus fuentes cristalinas,
con tus rosas purpurinas,
con tu corona de flores,

Que en tu plácida ribera
se entrelaza majestuoso
el tamarindo pomposo
con la flexible palmera;

Y eres con tus pasionarias
y violetas y jazmines,
la ciudad de los jardines,
la reina de las Canarias.

Soy dichoso, patria mía,
y está colmado mi anhelo,
que vuelvo a mirar tu cielo
azul como tu bahía;

Y los sitios de la infancia
con llanto en los ojos miro,
y amorosamente aspiro
de tu ambiente la fragancia;

Y entre el mar y el firmamento
miro las embarcaciones
que desplegan sus pendones
sacudidos por el viento.

Santa Cruz, patria querida,
mi consuelo y mi esperanza,
eres puerto de bonanza
en mi borrascosa vida.

-Escrito en 1857- 

martes, 12 de diciembre de 2017

Protesta (Nicolás Estévanez):

En las razas decadentes,
en las antiguas naciones,
sólo cantan los poetas
del pasado los errores.
Se entusiasman con los viejos
carcomidos torreones
de los feudales castillos
que recuerdan mil horrores;
con los ruinosos lugares
de lúgubres callejones
y con las encrucijadas
de sus ciudades informes;
con los candiles que alumbran
a cuatro santos varones
que los chicos apedrean
y la polilla se come,
y con las torpes delicias
y los negros eslabones
de las pesadas cadenas
que arrastraron sus mayores.
Y nunca la dulce liera
de celestiales acordes
con que cien vates pudieran
inmortalizar sus nombres,
ha cantado los prodigios
ni los nuevos horizontes
que ya las ciencias descubren
poniendo en manos del hombre
los espacios, los abismos,
los átomos y los orbes.
¿Por qué miran al pasado
los poetas españoles,
los inspirados artistas,
los celebrados pintores
que asombran a todo el mundo
con sus bellas creaciones?
¿Por qué lloran y suspiran
los modernos trovadores?
¿Acaso tiene el pasado
más dichas, más ilusiones,
más glorias, más esperanzas,
más bellezas, más primores,
que el presente y el futuro
de los infinitos horizontes?
¿Son tristes las nueve musas,
negros los siete colores,
y el humano pensamiento
oscuro como la noche?
Enhorabuena suspiren
y se enternezcan y lloren
porque hay sobrados vestigios
de tantos siglos de horrores;
mas no porque se derrumben
las viejas instituciones,
los templos de la ignorancia,
los altares y los dioses.
Tuviera yo la sublime
paleta de mil colores
con que otros pintan sus santos,
sus reyes, sus concepciones;
tuviera yo el arpa insigne
de los modernos cantores
que la pulsan inspirados
por rancias preocupaciones;
tuviera yo el genio ilustre
de Bellini o de Beethoven,
y asombrara al universo
y conmoviera los orbes
con cien himnos entusiastas
en mil manifestaciones
de cadencias, de armonías,
de palabras, de colores,
al porvenir de los mundos,
a la paz entre los hombres,
a la conciencia sin nubes
de los librepensadores,
a las artes, a las ciencias,
al espíritu sin noche
y a la Libertad, que brilla
con fúlgidos resplandores.

Higuera del Himalaya (~1934) - Néstor de la Torre

De «Poema de la Tierra»

Recuerdos de Canarias/1

Calle Muro, Las Palmas de Gran Canaria, 1893