domingo, 29 de abril de 2018

Breve reseña de «La República»

Para hablar de «La República» considero importante exponer varios puntos:

1) Como materialista dialéctico entiendo que no existen las ideas porque sí sino que responden a unas relaciones de producción determinadas y por tanto, se corresponde con dicha superestructura o bien juega un papel progresista. De esto se debe exponer:

2) Platón pertenece al contexto del 427-347 a.C. siendo hijo de una familia aristocrática y discípulo de Sócrates;

3) La República se escribe 389-369 a.C. y se contextualiza dentro del marco de la derrota de Atenas y su democracia frente a la aristocracia espartana. El modelo socioproductivo es el esclavismo.

4) El principal argumento del libro es determinar la naturaleza de lo justo e injusto, demostrar la necesidad de la justicia para el hombre y el Estado y probar la inmortalidad del alma.

El libro se subdivide en 10 apartados que profundizan en torno al argumento principal, sin embargo, paralelamente podemos discernir en la argumentación: «Los verdaderos filósofos son aquellos cuyo espíritu puede alcanzar el conocimiento inmutable, y que todos los demás que giran sin cesar en torno de mil objetos siempre mudables serán todo menos filósofos» (Apartado sexto), este aserto expresa el profundo idealismo y anti-materialismo. El idealismo expone que existe el movimiento y el estado de inmutabilidad, el materialismo responde que la materia está en constante movimiento.

Luego en lo que respecta a la teoría del conocimiento:

«Cómo debe dividirse el mundo inteligible. [...]. En dos partes: la primera de las que no puede alcanzar el alma sino sirviéndose de los datos del mundo visible, que acabamos de dividir, como de otras tantas imágenes, partiendo de ciertas hipótesis, no para remontarse al principio, sino para descender a las conclusiones más remotas; mientras que para obtener la segunda, va de la hipótesis hasta el principio independiente de toda hipótesis sin hacer ningún uso de las imágennes como en el primer caso y procediendo únicamente mediante las ideas consideradas en sí mismas» (Apartado sexto); en el mismo apartado prosigue: «Lo que yo llamo segunda clase de cosas inteligibles. Son las que el alma comprende inmediatamente por medio del razonamiento, haciendo algunas hipótesis que no considera como principios, sino como simples suposiciones, y que le sirven de grados y de puntos de apoyo para elevarse hasta un primer principio independiente de toda hipótesis. Se apodera de este principio, adhiriéndose a todas las conclusiones que de él dependen, desciende desde allí hasta la última conclusión; pero sin apoyarse en nada sensible, sino sólo en ideas puras, po las que su demostración comienza, procede y termina». La concepción idealista de la teoría del conocimiento expone que el conocimiento obtenido a partir de los sentidos (conocimiento sensible) es conocimiento en apariencia y no en esencia. Sólo el conocimiento en esencia puede ser obtenido a través de las ideas puras, excluyendo todo elemento sensible.

En lo que respecta a la teoría del Estado:

«El legislador no debe proponerse por objeto la felicidad de una determinada clase de ciudadanos con exclusión de las demás, sino la felicidad de todos; que a este fin debe unirse a todos los ciudadanos en los mismos intereses, comprometiéndose por medio de la persuasión o de la autoridad a que se comuniquen unos a otros todas las ventajas que están en posición de procurar a la comunidad; y que al formar con cuidado semejantes ciudadanos, no pretende dejarlos libres para que hagan de sus facultades el uso que les acomode, sino servirse de ellos con el fin de fortificar los lazos del Estado». (Apartado séptimo). Es importante este párrafo, pues el interclasismo en la interpretación del Estado va de la mano de la concepción del Estado como una entidad sometida a la moral de lo justo (La premisa es que un entidad de la superestructura se somete a otro de la superestructura, no cambiando la base de relaciones socioeconómicas).

Con respecto a la dialéctica:

«Esta ciencia, completamente espiritual, puede ser representada por el órgano de la vista que, según hemos demsotrado, se eleva gradualmente del espectáculo de los animales al de los astros y, en fin, a la contemplación del mismo sol. Y así, el que se dedica a la dialéctica, renunciando en absoluto al uso de los sentidos, se eleva, sólo mediante la razón, hasta la esencia de las cosas; y si continúa sus indagaciones hasta que haya percibido mediante el pensamiento la esencia del bien, ha llegado al término de los conocimientos inteligibles, así como el que ve el sol ha llegado al término del conocimiento de las cosas visibles». Continuando en la línea de la teoría del conocimiento, al vaciar la dialéctica de todo contenido material (sensible), queda reducida al idealismo, respondiendo a las ideas puras, la dialéctica socrática recibe el nombre de mayéutica. Parte de que la verdad la puede hallar la misma persona interpelada a través del diálogo.

«Es difícil que la constitución de un Estado como el vuestro se altere; pero como todo lo que nace está destinado a perecer, vuestro sistema de gobierno no subsistirá eternamente, se disolverá algún día, y he aquí cómo. Hay, no sólo para las plantas que nacen del seno de la tierra, sino también para el alma y el cuerpo de los animales que viven sobre su superficie, cambios de fertilidad y de esterilidad. Estos cambios tienen lugar cuando cada especie termina y vuelve a comenzar su revolución circular, la cual es más corta o más larga según  que la vida de cada especie es más larga o más corta». (Apartado octavo). Este aserto resulta interesante: a la hora de aplicar la dialéctica, por su carácter idealista (inmutable) el planteamiento del desarrollo es circular (no existe un desarrollo o cambio) en vez de espiral (saltos cualitativos).

Para finalizar: En el apartado séptimo podemos encontrar «La alegoría de la caverna» y en el apartado noveno la explicación de la felicidad real y la felicidad falsa y cómo va de la mano según seas más justo o menos justo, donde el tirano es 729 menos feliz que el Rey (entiéndase el Rey filósofo de Platón), esto es debido a: «La felicidad del tirano tiene tres veces menos realidad que la del oligárquico; la del oligárquico tiene tres veces menos que la del Rey. El número nueve es un número plano, puesto que es el cuadrado de tres. En seguida, Platón, considerando estas dos felicidades, la una real, y la otra aparente, como dos sólidos, cuyas dimensiones todas son proporcionales, y sus distancias de la realidad, 1 y 9, como una de sus dimensiones, su longitud, por ejemplo, multiplica uno de estos números dos veces por sí mismo, para tener la relación de dos sólidos, y por este medio se encuentra la de 1 a 729. [...]. Este cálculo está fundado sobre el teorema de geometría: los sólidos cuyas dimensiones todas son proporcionales, están entre sí en razón triplicada o como los cubos de una de sus dimenciones». Y en el apartado décimo, es donde se expone la razón de porqué el alma es inmortal: resumiendo expone que el cuerpo frente a la enfermedad (como las plantas y animales) se degrada y muere, mientras que el alma frente a las corrupciones del alma jamás muere y utiliza la fábula de Er el Armenio para su justificación.