domingo, 29 de enero de 2017

Socialismo y nacionalismo (1897):

Actualmente en Irlanda trabajan una serie de organismos que buscan mantener el sentimiento nacional en el corazón del pueblo irlandés. Estos organismos, como el movimiento por la Lengua Irlandesa, las Sociedades Literarias o los Comités de Conmemoración, están haciendo, sin lugar a dudas, un trabajo de beneficio atemporal para este país ayudando a salvar de la extinción la preciada historia humana y nacional, la lengua y las características de nuestro pueblo.

Sin embargo, existe el peligro de que, a través de una excesiva afinidad a sus métodos de propaganda y, por consiguiente, a una negligencia sobre los aspectos más importantes de nuestra sociedad, sólo triunfen unos estudios históricos estereotipados y una adoración del pasado, o un nacionalismo producto de una tradición gloriosa y heroica pero tradición sin más al fin y al cabo.

Hoy las tradiciones pueden, y frecuentemente lo hacen, aportar la base para un martirio glorioso, pero nunca podrán ser lo suficientemente fuertes como para soportar la tormenta de una revolución como para que ésta llegue a buen puerto.

Si el movimiento nacional de nuestros días no se limita a rememorar antiguas tragedias de nuestra historia, debe mostrarse capaz de estar a las alturas de las exigencias del momento. Debe demostrar al pueblo irlandés que nuestro nacionalismo no es en exclusiva una morbosa idealización de nuestro pasado, sino que es capaz de formular una clara y definitiva respuesta a los problemas actuales y un modelo político y económica capaz de ajustarse a las necesidades del futuro.

Este ideal político y social puede alcanzarse, estoy convencido de ello, a través de la franca aceptación por parte de los afligidos y serios nacionalistas de la República como su objetivo. No una República, como en Francia, donde una monarquía capitalista con un líder electo parodia los abortos constitucionales de Inglaterra y que en abierta alianza con el despotismo moscovita hace alardes de su apostasía a las tradiciones de la Revolución.

No una República como en los Estados Unidos, donde el poder del dinero ha establecido una nueva tiranía bajo formas de libertad; donde, cien años después que los pies del último casaca roja contaminara las calles de Boston, los señores y financieros británicos imponen sobre los ciudadanos americanos una servidumbre que, comparada con los impuestos prerrevolucionarios, los convierten en meras pequeñeces.

¡No! La República que quisiera presentar ante nuestros compatriotas será de tal carácter que el mero hecho de mencionar su nombre servirá por siempre como faro para los oprimidos de cualquier lugar, siempre manteniendo por delante la promesa de libertad y abundancia como recompensa a los esfuerzos realizados.

Para el campesino arrendatario, a medio camino entre el latifundismo terrateniente por un lado y la competitividad americana por la otra, como si estuviera entre las piedras de moler de un molino; para los trabajadores asalariados en las ciudades, sufridores de la carga del capitalista que convierte en esclavo al trabajador del campo, que se matan trabajando por un sueldo que apenas es suficiente para mantener juntos cuerpo y alma; es más, para todos aquellos millones de explotados sobre cuya miseria se sustenta el aparentemente espléndido tejido de nuestra moderna civilización, la República Irlandesa pronunciaría la palabra que evocaría un punto de encuentro para el descontento, un asilo para el oprimido, un punto de partida para el socialista, entusiasta en la causa de libertad humana.

Esta unión entre nuestras aspiraciones nacionales con las esperanzas de los hombres y mujeres que han elevado el estandarte de la rebelión aquel sistema de capitalismo y latifundismo, del que el Imperio Británico es el más resuelto y agresivo defensor, no debería, bajo ninguna circunstancia, provocar conatos de discordia entre las filas de los nacionalistas consecuentes, y serviría para refrescar nuestras reservas de fuerza moral y física lo suficiente para levantar la causa de Irlanda hasta una posición de más autoridad que haya ocupado desde el día de Benburb.

Se puede replicar que el ideal de una República Socialista, implica, como así es, una completa revolución política y económica que de manera segura enajenaría a todos nuestros partidarios de clase media y aristocracia, quienes temerían la pérdida de sus propiedades y privilegios. ¿Qué quiere decir esta réplica? ¡Qué tenemos que aplacar las clases privilegiadas en Irlanda! 

Pero la única manera de desarmar su hostilidad es asegurándoles que en una Irlanda libre sus "privilegios" no se verán afectados. Esto es, garantizar que cuando Irlanda sea libre de la dominación extranjera, los soldados irlandeses protegerán los fraudulentos beneficios del señorito capitalista de las "delgadas manos de los pobres" sin remordimientos y la misma eficacia que los emisarios de Inglaterra hoy día. Bajo otra condición no se unirán las clases a nosotros. ¿Cree alguien que las masas lucharán por esos ideales?

Cuando se habla de liberar Irlanda, ¿hablamos en exclusiva de los elementos químicos que componen la tierra de Irlanda o hablamos del pueblo irlandés? Si es éste el caso, ¿de qué se supone que se van a liberar? ¿Del dominio de Inglaterra?

Pero todos los sistemas de administración política o la maquinaria gubernamental son sólo el reflejo de las formas económicas sobre las que se sustentan. La ley inglesa en Irlanda no es sino muestra del hecho de que los conquistadores ingleses forjaron en el pasado un sistema de la propiedad fundado en el expolio, el fraude y el asesinato; lo que hace del ejercicio actual de los "derechos sobre la propiedad" creado en esa época una continua práctica de expolio y fraude legalizado. La ley inglesa se presenta como la forma de gobierno más válida a través de la cual el expolio es protegido, y el ejército inglés la herramienta más flexible con la que ejecutar el asesinato legal cuando los miedos de las clases pudientes lo reclaman.

El socialista, que destruiría completamente la totalidad del sistema de una civilización absolutamente materialista, que como la lengua inglesa hemos adoptado como propio, es, reitero, con creces mayor enemigo a las leyes y tutela inglesas que el pensador superficial que imagina que posible conciliar la libertad irlandesa con esas insidiosas y desastrosas formas de sometimiento económico basado en la tiranía terrateniente, el fraude capitalista y la corrupta usura; frutas podridas de la conquista normanda, la impía trinidad de los que Strongbow y Diarmuid MacMurchadha –ladrón normando y traidor irlandés– fueron apropiados precursores y apóstoles.

Si mañana echáis al ejército inglés e izáis la bandera verde sobre el Castillo de Dublín, a menos que emprendáis la organización de una república socialista todos, vuestros esfuerzos habrán sido en vano. Inglaterra todavía os dominará. Lo hará a través de sus capitalistas, sus terratenientes, a través de todo el conjunto de instituciones comerciales e individuales que ha implantado en este país y que están regadas con las lágrimas de nuestras madres y la sangre de nuestros mártires. Inglaterra os dominará hasta llevaros a la ruina, incluso mientras vuestros labios ofrezcan un homenaje hipócrita al santuario de esa Libertad cuya causa traicionasteis.

Nacionalismo sin socialismo –sin una reorganización de la sociedad bajo una base de una forma más amplia y desarrollada de esa propiedad común que fue la base de la estructura social de la Antigua Erin– no es más que cobardía nacional.

Sería el equivalente a una declaración pública hacia nuestros opresores que hasta ahora habían logrado inocular en nosotros con sus pervertidos conceptos de justicia y moralidad que nosotros hayamos finalmente decidido aceptar aquellos conceptos a nuestra manera, no necesitemos un ejército ajeno para forzar esas ideas sobre nosotros nunca más.

Como socialista, estoy preparado para hacer todo lo que una persona es capaz de hacer para que nuestra patria alcance su legítimo derecho: la independencia; pero si se me preguntara si modificaría una sola coma en la reclamación de justicia social para así apaciguar a las clases privilegiadas, entonces debería rechazar el defender este derecho. Tal acción no sería ni digna ni viable.

Recordemos que el que camina de lado del Diablo nunca alcanza el cielo. Proclamemos abiertamente nuestro credo, la lógica de los acontecimientos está de nuestra parte.

James Connolly

Notas:

Casaca roja: Sobrenombre de los soldados británicos durante el siglo XVII debido a su uso de una casaca, un tipo de chaqueta, roja tanto como vestimenta ceremonial como de batalla.

Benburb: Hace referencia a la Batalla de Benburb de 1646 ganada por los irlandeses contra escoceses durante las guerras confederadas de Irlanda al pretender éstos conquistar la isla e imponer su propio asentamiento religioso.

MacMurchadha: Richard FitzGilbert de Clare, conocido como 'Strongbow', fue un Lord cardo-normando, principal líder de la invasión de Irlanda en 1169, invasión iniciada por Diarmuid MacMurchadha, rey exiliado de Leinster. La invasión supuso el fin de la 'Irlanda gaélica'.

Erin: Erin, proveniente del dativo de la palabra irlandesa “Éire”, Irlanda, es el nombre con el que algunos poetas personificaban la isla de Irlanda.

miércoles, 25 de enero de 2017

Fundamentos y orígenes del Materialismo Dialéctico (Julio César Jobet):

La dialéctica es la ciencia de las relaciones generales que existen tanto en la naturaleza como en la historia y el pensamiento y sólo considera a las cosas en sus relaciones más generales de dependencia recíproca y, únicamente, en movimiento.
Las fuentes de la dialéctica son: 1º la observación de los fenómenos de la naturaleza; 2º el estudio de la historia humana y las transformaciones producidas en el curso de las diferentes épocas históricas, transformaciones en el modo de producción, en las formas sociales y en las ideas derivadas de éstas; 3º el estudio del pensamiento en sí. Lo contrario de la dialéctica es la metafísica, es decir, la observación aislada de las cosas y sólo cuando se hallan en estado de reposo. «Para el metafísico, las cosas y sus reflejos intelectuales, las ideas, son objetos de análisis aislados, que deben ser considerados unos tras otros, los unos sin los otros, objetivos invariables, fijos, inmóviles, dados de una vez para siempre. El metafísico piensa por medio de antítesis despojadas de todo término medio. Dice sí o no. Todo lo que esté más allá carece de valor. Para él, una cosa existe o no existe, una cosa no puede ser a la vez ella misma y otra distinta. Lo negativo y lo positivo se excluyen en absoluto. La causa y el efecto se encuentran en franca oposición». La dialéctica, por el contrario, capta los objetos y sus representaciones intelectuales, las ideas, en su movimiento, en su devenir y su perecer. La representación exacta del universo, de su desarrollo y del de la humanidad, así como del reflejo de este desarrollo en la cabeza de los hombres, no puede ser realizada más que por la dialéctica, por la constante observación de las acciones y reacciones infinitas, de las manifestaciones del devenir y del perecer, de los progresos y de las degeneraciones.
El materialismo dialéctico tiene sus raíces en la filosofía griega, especialmente en Heráclito, profundo pensador, quien ha expresado que la transformación de las cosas se sucede de acuerdo con la ley de que el opuesto sale siempre del opuesto, es decir, la transformación se verifica siempre a través de las «contradicciones»; afirmación sintetizada en la fórmula de que «la lucha es la madre de todas las cosas», desarrollando ahí una de las ideas fundamentales de la dialéctica. La lucha de las cosas opuestas es la fuerza motriz de toda transformación, de todo desarrollo. Heráclito aplicó esta ley a las relaciones del ser y no ser, que para él son términos contradictorios, pero contenidos en la idea del devenir, es decir, que la esencia de todas las cosas y de todos los procesos consiste en la coexistencia de los opuestos: todas las cosas están hechas de contradicciones.

Las leyes de la Dialéctica:

Las leyes fundamentales de la dialéctica son tres: ley de la penetración de los opuestos; ley de la negación de la negación y ley de la transformación de la calidad en cantidad y de la cantidad en calidad.
a) Ley de la «Penetración de los opuestos».
Según esta ley, todas las cosas, todas las ideas, todos los fenómenos, llegan finalmente a una unidad. Todas las cosas son a la vez tan absolutamente distintas y opuestas como absolutamente iguales entre sí. La ley de la penetración de los opuestos implica esta ley de la unidad polar de todas las cosas.
El espíritu humano puede agrupar las cosas en unidades, aun las contradicciones y antagonismos más agudos, y, por otra parte, puede de un modo ilimitado, disgregar las cosas en antagonismos. No existe ninguna contradicción que no se pueda llevar a la unidad, ni términos contradictorios entre los cuales no exista ninguna igualdad. No hay cosas iguales entre las que no exista alguna diferencia o contradicción, es decir, el antagonismo entre las cosas es tan ilimitado como su igualdad.
El macho y la hembra son dos términos contradictorios, lo cual no impide que el hombre y la mujer constituyan una unidad y concuerden como variantes de la idea de hombre en general. Son, por lo tanto, completamente iguales en el sentido de que los dos son aspectos del hombre.
El capitalista y el proletario supone un antagonismo histórico, transitorio, que para comprenderlo es preciso colocarse en el punto de vista de la clase trabajadora revolucionaria, ya que no son diferentes uno del otro y la diferencia actual no existirá siempre.
La desigualdad de las cosas es tan ilimitada como su igualdad. Dos gotas de agua nunca serán exactamente iguales. A pesar de que el ser y no ser existen a la vez en el devenir y constituyen partes iguales de este devenir, son en absoluto diferentes y contradictorios.
b) Ley de la «Negación de la Negación».
También se le denomina la ley del desarrollo a través de las contradicciones. Todas las cosas, todas las ideas se mueven, se transformar, se desarrollan, es decir, todas las cosas son procesos.
La negación de la negación tiene un contenido positivo, implica una afirmación. La negación y la afirmación son nociones polares. La negación de la afirmación implica la negación. La negación de la negación implica la afirmación. Hay una doble negación que, en la dialéctica, no restablece la primitiva afirmación ni conduce simplemente al punto de partida, sino que da por resultado una nueva cosa. El proceso de la doble negación hace aparecer propiedades nuevas.
La ley de la negación de la negación, formulada como ley del pensamiento, tiene la siguiente forma: el punto de partida es la proposición positiva o «tesis». El pensamiento comienza con una proposición, una afirmación cualquiera, que se niega o se transforma en su contraria. Esta proposición que niega la primera se llama contradicción o «antítesis». Esta segunda proposión, la antítesis, es negada, a su vez, obteniéndose una tercera proposición o «síntesis», que no es otra cosa que la negación de la tesis y de la antítesis en una proposición positiva superior, obtenida por medio de una doble negación.
Al respecto, es preciso no confundir la unión dialéctica con la simple adición de propiedades de dos cosas opuestas, porque entonces no se tendría un desarrollo dialéctico, sino una mezcla de contrarios que daría por resultado obstaculizar el desarrollo. El desarrollo dialéctico prosigue a través de las negaciones, pues sin éstas no tenemos procesos, desarrollos, ni aparición de propiedades nuevas. Además, lo nuevo que sale del proceso del desarrollo no sólo niega y suprime lo antiguo, sino que lo contiene también.
Tomando, por ejemplo, un grano de trigo. Lo enterramos. Primera negación, pues desaparece para que nazca la espiga, se transforma en planta. La planta crece y produce granos de trigo, después muere. Segunda negación. La planta ha desaparecido después de reproducir el grano de trigo que la originó y además una gran cantidad de nuevos granos de trigo, que pueden tener propiedades nuevas. Estas variaciones son pequeñas, pero su acumulación, según la teoría de Darwin, es el origen de nuevas especies.
Vemos que la doble negación restablece el punto de partida, pero a un nivel más elevado y también en cantidades diferentes.
Aplicando la ley de la negación de la negación al desarrollo de la historia, tenemos el siguiente esquema. Tesis: colectivismo primitivo, que es el punto de partida de todo el desarrollo social, en donde existía la posesión en común de los principales medios de producción. Antítesis: la producción capitalista, evolucionando de la producción privada a través de la producción esclavista y feudal para llegar a la actual producción de mercancías. Síntesis: restablecimiento del colectivismo en un grado superior, en donde la propiedad y la producción son colectivas. La síntesis constituye una nueva fase que contiene el colectivismo primitivo, pues restablece la propiedad colectiva de los medios de producción, y, a su vez, el capitalismo es negado relativa y parcialmente, pues incorpora la técnica y la cooperación que ha engendrado.
c) Ley de la transformación de la Calidad en Cantidad y de la Cantidad en Calidad.
Esta ley significa que el simple aumento de una o varias cosas da por resultado una transformación de la cualidad de las propiedades de ésta o estas cosas, y, recíprocamente, que la transformación cualitativa origina por consecuencia una transformación cuantitativa.
Una cantidad de dinero no puede constituir un capital más que cuando pasa de cierto límite. Diez escudos no constituyen un capital, pero diez mil, sí, en determinadas condiciones. Gracias a un simple cambio de cantidad, se transforma una suma de dinero en capital y adquiere propiedades diferentes, transformándose su cualidad. Si ese capital se aumenta por medio de la concentración y centralización, se produce una nueva transformación cualitativa del capital simple en capital monopolizador. Este capital, según la Economía Política, imprime su sello a toda una fase del desarrollo capitalista, llamada la fase imperialista.
Recíprocamente, desde el momento en que el capital entra en la fase del capital monopolizador, donde adquiere el capital cualidades nuevas, se transforma éstas también en ciertas relaciones cuantitativas. El capital monopolizador alcanza a tasas de beneficio mayores que las del capital simple; los precios de monopolio son mayores en general que bajo un régimen de libre concurrencia.

Los principios esenciales de la Dialéctica:

Marx ha definido la dialéctica como «la ciencia de las leyes generales que rigen el movimiento tanto del mundo exterior como del pensamiento humano». El materialismo dialéctico es el estudio de los fenómenos en su movimiento, de su origen, desenvolvimiento y fin. Considera los fenómenos en sus mutuas relaciones y no como cosas aisladas. La sociedad, la técnica, la moral, las costumbres, los sistemas políticos, se transforman incesantemente. El materialismo dialéctico reacciona, pues, contra el idealismo y el viejo materialismo metafísico, apreciando todas las cosas, en la naturaleza y en la historia, no como hechos acabados e inconmovibles, sino como aparecidos en un momento determinado y en continua transformación, para desaparecer un día y, luego, afirma que el desarrollo se prosigue a través de las contradicciones y que una cosa se desarrolla siempre partiendo de su contrario. Nada en la realidad ni en el cerebro humano, permanece tal como es, sino que se transforma sin cesar. Toda cosa, toda institución, tiene un principio, un fin, pasando por una fase ascendente y otra descendente en su desarrollo. Toda cosa, toda institución y toda idea muere transformándose en su contrario. Nada hay sagrado ni inmutable. Esta fuerza destructora de la dialéctica es la energía motriz más considerable del progreso histórico.
La dialéctica es la forma más general de revolución.
Los principios esenciales de la dialéctica marxista, en opisición a la metafísica, resumidos de los escritores franceses Marcel Prenant, Paul Laberenne y Henri Lefebvre son los siguientes: 1º La dialéctica mira la naturaleza no como una acumulación accidental de objetos, de fenómenos aislados e independientes, sino como un todo unido, coherente, en donde los objetos y los fenómenos se acondicionan recíprocamente. 2º la dialéctica mira la naturaleza no como un estado de reposo y de inamovilidad, sino como un estado de movimiento y de cambio perpetuo, de renovación, de desenvolvimiento incesante, en donde siempre algo nace y de desenvuelve, algo se disgrega y desaparece. 3º La dialéctica considera el desenvolvimiento no como un simple proceso de crecimiento cuantitativo, sino como un verdadero desarrollo que pasa de cambios cuantitativos insignificantes y latentes a cambios aparentes y cualitativos repentinos y operándose a saltos. 4º La dialéctica parte del punto de vista que los objetos y los fenómenos de la naturaleza, implicando contradicciones internas, tienen elementos que desaparecen o que se desarrollan; la lucha de estos contrarios es el contenido interno del proceso de desenvolvimiento, de la conversión de cambios cuantitativos en cambios cualitativos. 5º Como consecuencia, la dialéctica desecha todos los absolutos y las alternativas lógicas excluyentes, pues las contradicciones de la naturaleza son tales, que en ciertos casos no hay oposición entre sí y no.
El materialismo marxista no es otra cosa que la ciencia moderna cuando ella aspira a absorber todos los conocimientos humanos y a ensanchar sin límites su campo de acción, lo cual significa, a su vez, considerar que la experiencia científica no se hace solamente en el laboratorio y no es sólo la obra de los sabios especializados sino que ella comprende también toda la experiencia práctica de las gentes que actúan, y considerar que el hombre y la sociedad humana no son objetos aparte sino que ellos también pueden ser estudiados por métodos científicos rigurosos, con el mismo título que el resto de la naturaleza, de la cual forman parte.
Darwin formuló la teoría del origen animal del hombre como caso particular de la evolución de las especies vivientes. Karl Marx desarrolló la ley del materialismo histórico: la sociedad humana es por su origen, una sociedad animal en la cual, bajo la presión de las necesidades materiales, aparecieron y se han desarrollado elementos de trabajo; la apropiación de estos elementos, llevó a la aparición de la sociedad de las clases y la lucha de clases; y la historia de la sociedad humana, desde entonces, ha estado guiada esencialmente por el proceso de su desenvolvimiento técnico, en sus relaciones con la lucha de clases, explicando esto la evolución intelectual y moral del hombre desde la animalidad.

Síntesis de las afirmaciones del Materialismo Dialéctico:

a) Mientras el idealismo considera el mundo como la encarnación de la «idea absoluta», «del espíritu universal», de «la conciencia», el materialismo filosófico de Marx parte de este principio: el mundo, por su naturaleza es material; los múltiples fenómenos del universo son los diferentes aspectos de la materia en movimiento; las relaciones y el acondicionamiento recíproco de los fenómenos establecidos por el método dialéctico, constituyen las leyes necesarias del desenvolvimiento de la materia en movimiento; el mundo se desenvuelve según las leyes del movimiento y de la materia, y no tiene necesidad de ningún «espíritu universal».
b) Mientras el idealismo afirma que sólo nuestra conciencia existe realmente, que el mundo material, el ser, la naturaleza, no existen más que en nuestra conciencia, en nuestras sensaciones, representaciones y conceptos, el materialismo filosófico marxista parte de este principio: la materia, la naturaleza, el ser, son una realidad objetiva existente fuera e independientemente de la conciencia; la materia es creada primero, pues ella es la fuente de las sensaciones, de las representaciones, de la conciencia, mientras que la conciencia es creada, en segundo lugar, derivada, pues ella es el reflejo de la materia; el pensamiento es el producto de la materia, cuando ella ha alcanzado en su des envolvimiento un alto grado de perfeccionamiento; con más precisión, el pensamiento es producto del cerebro, y el cerebro, el órgano del pensamiento. No se podría, por consiguiente, separar el pensamiento de la materia bajo pena de caer en un error grosero. Tales osn los resultados de la experiencia. Por lo tanto, no queda a los adversarios del materialismo, para salvar su punto de vista, más que comprobar la experiencia misma: declarar, a continuación de Kant y de los otros idealistas, que el conocimiento humano no puede llegar al fondo de las cosas y que éstas son en sí mismas inaccesibles; o aun afirmar, con los idealistas extremistas, que el estado de conciencia de cada uno de nosotros es puramente interior, y no corresponde a ninguna realidad exterior, que no es, en suma, más que sueño personal y sin control. A las divagaciones metafísicas anteriores, Engels responde: «La refutación más decisiva de esta «locura filosófica» como por lo demás de todas las otras, es la práctica, especialmente la experiencia y la industria. Si podemos probar la justeza de nuestra concepción sobre un fenómeno natural, creándolo nosotros mismos, produciéndolo de acuerdo con sus condiciones, y lo que es más, haciéndolo servir para nuestros fines, se ha liquidado la «cosa en sí» inaccesible para Kant. Las sustancias químicas producidas en los organismos vegetales y animales fueron «cosas en sí» hasta que la química orgánica se puso a prepararlas, unas tras otras; por allí, la «cosa en sí» se convirtió en «una cosa para nosotros...»
La realidad del mundo exterior y la exactitud de su conocimiento para el hombre están probadas, en suma, por el hecho de que el hombre ha logrado transformarlo. Esta es la solución del buen sentido dada por el marxismo a los viejos problemas metafísicos, sin cesar renaciendo, del conocimiento, solución contra la cual ninguna argucia filosófica puede nada. Esto está ligado a la constatación de que el hombre no es un simple contemplador del mundo, sino un ser viviente que forma parte, que lo modifica y es modificado por él. Es en este sentido que el darwinismo, afirmando el origen animal del hombre, ha proporcionado al marxismo una de su bases esenciales.
c) Mientras el idealismo declara la imposibilidad de conocer el mundo y sus leyes, no cree en el valor de nuestros conocimientos, no reconoce la verdad objetiva y considera que el mundo está lleno de «cosas en sí» que no pueden jamás ser conocidas por la ciencia, el materialismo filosófico marxista parte del principio de que el mundo y sus leyes son perfectamente cognoscibles, que nuestro conocimiento de las leyes de la naturaleza verificando, por la experiencia, por la práctica, es un conocimiento de valor, que ella tiene la significación de una verdad objetiva; que no hay en el mundo cosas incognoscibles, sino únicamente cosas todavía desconocidas, las cuales serán descubiertas y conocidas por los medios de la ciencia y de la práctica.
El materialismo marxista tiene, entonces, en el desenvolvimiento del conocimiento y en su influencia sobre el porvenir de la humanidad, una confianza sin límites, que da un impulso vigoroso a la voluntad de bús queda en todos los dominios propiamente humanos. La dialéctica materialista, por otra parte, proporciona el método que se adapta exactamente a la dialéctica objetiva de la naturaleza y de la sociedad.
Los hombres han resuelto siempre las contradicciones «por la vía práctica, por medio de la energía práctica». Y la actividad práctica de los hombres considerada en su conjunto, es la praxis. La energía creadora se prolonga y se manifiesta en y por la praxis (la praxis es la actividad total de los hombres, acción y pensamiento, trabajo material y conocimiento). La praxis, resume E. Werden, es doblemente creadora: crea el contacto con la realidad, es decir, el conocimiento y la invención, es d ecir, el descubrimiento. [...]. El fin del materialismo dialéctico no es otro que la expresión lúcida de la praxis y correlativamente la transformación de la praxis actual en una práctica social consciente, coherente y libre. El fin teórico y el fin práctico, el conocimiento y la acción creadora son inseparables para él».

Pequeña introducción sobre bacterias



¿Qué es una bacteria?

Una bacteria es un organismo unicelular sin un núcleo definido, por tanto es un procariota. Son los seres más abundantes del planeta.
Su estructura consiste en unos elementos imprescindibles –que son necesarios para la vida- y unos elementos facultativos que facilitaran su adaptación y les permitirá mayor patogenicidad.
Estas estructuras imprescindibles son:

-Pared celular: Estructura rígida la cual protege a la célula y determina su forma (exceptuando los micoplasmas). Hay distintos tipos en la estructura de la pared, estos se ven en la tinción diferencial Gram:
-Bacterias Gram negativas: Tienen una pared que se compone de varias capas. Una de peptidoglucano (mureína), la cual constituye un 10% de la pared y está rodeado de una membrana externa, ésta tiene tiene un componente tóxico para los animales, el Lípido A. La zona que separa la membrana plasmática y esta bicapa es el espacio periplásmico. A este grupo pertenece la mayoría de bacterias patógenas.
-Bacterias Gram positivas: Tienen una pared mucho más gruesa que las Gram negativas y sólo presentan una envuelta de peptidoglucano, en este caso representa hasta casi el 90% de ella. El espacio periplásmico es muy pequeño. Algunas de estas bacterias son patógenas.

-Membrana plasmática: Está formada por una bicapa lipídica, pero carece de esteroles.

-Citoplasma: No tiene orgánulos limitados por membrana. Casi el 70% es agua. En ella se halla el cromosoma bacteriano –está constituido por ácido nucleico de doble cadena- localizado en el nucleoide. Como añadidura pueden contener plásmidos, ribosomas y gránulos de sustancias orgánicas o inorgánicas (cuerpos de inclusión).

Las estructuras facultativas son:

-Cápsula: Sólo se encuentra en algunas células bacterianas. Está formada por polisacáridos, recibe el nombre de glucocálix, cápsula o capa mucosa según su nivel de organización. Éste glucocálix interviene en la fijación y penetración de muchos microorganismos patógenos en el hospedador, además protege contra virus y confiere resistencia frente a la fagocitosis. Es capaz de acumular agua, lo que protege a la célula frente a la desecación. Puede tener otra capa externa de apariencia cristalina formada por proteínas y glucoproteínas, interviene en el intercambio de sustancias y protege frente a las variaciones de pH.

-Mesosoma: Interviene en la formación de la pared y en la replicación y distribución del ADN durante la división celular.

-Flagelos: Es un apéndice de tipo proteico presente en muchas procariotas con capacidad de movimiento. Esta realiza un movimiento de rotación que hace que la célula se desplace.

-Fimbrias: Estructuras proteicas muy comunes en las bacterias. Son cortas y más numerosas que los flagelos, no intervienen en el movimiento sino en la fijación a superficies.

-Pili: Son apéndices similares a las fimbrias, solo que más largos y anchos que éstas. Hay de entre uno y diez por célula. Los pili sexuales intervienen en la conjugación bacteriana (intercambio de ADN).

-Plásmidos: pequeñas moléculas de ADN bicatenario, casi siempre circulares y que se replican con independencia de la célula o se integran en ella. Hay principalmente 4 tipos:

-Plásmido conjugativo: presente en los genes que codifican los pili sexuales.
-Plásmido de resistencia (factores R): Es lo que confiere a las bacterias resistencia frente a los antibióticos.
-Plásmido col: Producen bacteriocinas, que destruyen otras bacterias de grupos filogenéticamente cercanos.
-Plásmidos de virulencia: Producen toxinas, esto incrementa la actividad patogénica de las bacterias.

-Endosporas: Es producida por algunas bacterias y su principal función es asegurar la supervivencia de la bacteria a tiempos inclementes. Son extremadamente resistentes a la radiación, calor, desecación etc.

-Inclusiones citoplasmáticas: Pueden ser orgánicas (Polisacáridos, Poli-ß-hidroxibutírico, hidrocarburos o cianoficinas) o inorgánicas (polifosfato).

¿Cómo se clasifican según su forma?
En cocos (esféricas)
Bacilos (bastoncillos)
Vibrio (coma)
Espirilo (helicoidal)
Espiroqueta (espiral)

¿Cómo se combaten las bacterias? Principalmente se usa antibióticos, éstos pueden evitar la reproducción bacteriana llevándola a la muerte o eliminando directamente las bacterias. Su uso inadecuado genera adaptación y resistencia de las bacterias.

viernes, 13 de enero de 2017

El antimarxismo moderno:


Anquilosado, trasnochado, pasado de moda e inmovilista, son los calificativos más benevolentes que la apología burguesa, científicos prostituidos, la Iglesia y los reformistas, falsos portadores de las teorías superadoras les dedican al marxismo, al que designan como una doctrina válida tan solo para el periodo histórico que media entre Marx y Lenin. Para los sabios autores de los numerosísimos libelos contrarrevolucionarios, el testimonio fehaciente de que el marxismo ha recorrido ya el último tramo de su existencia, nos lo ofrece el retorno al capitalismo de los antiguos países socialistas.

Para Francis Fukuyama del Departamento de Estado de los Estados Unidos, los conflictos sociopolíticos que se desarrollaban en el interior de la URSS durante el año 1990 serían, sin discusión, los últimos pasos de la evolución ideológica de la humanidad, la demostración palpable de que el marxismo ha quedado obsoleto. En contraposición, sería la señal inequívoca de "la universalización de la democracia liberal occidental como forma final del gobierno humano".

Desde Marx y Engels hasta nuestros días ha llovido mucho, revoluciones sociales e involuciones, períodos de pérdidas de la fe y etapas de recuperaciones de la religiosidad, llenan las páginas más densas de la historia humana, pero sobre todo, se constata el avance imparable de las ciencias. Tras la caída del "ateismo soviético", el liberalismo económico imperante propone el llamado pensamiento único actualmente en trance de conformación, que expresa los intereses de la globalización económica, política y militar. La ciencia, en vez de hacer caso omiso a su llamada, y proseguir con su inmaculado viaje, ha preferido mirar de reojo al sistema burgués que la subvenciona. Y al calor del dólar, una pléyade de científicos se ha envilecido, a cambio de recibir bonificaciones que les ayudan a vivir mejor. En los últimos quince años, se han editado en los EE.UU. decenas de libros que persuaden al lector por su autoría "científicos de los Estados Unidos" y también por sus títulos un tanto tremendistas y llamativos en los que con sorprendente jactancia aparecen en armonía las antinomias antes irreconciliables "Dios... ciencia" "Big ban... Dios” etc... Libros que vienen a refutar la dialéctica materialista con el propósito de alejar a los lectores de las influencias del marxismo.

Por otro lado, los introductores de las teorías superadoras han levantado el vuelo aventados por la delicada situación de un Movimiento Comunista Internacional, que ensimismado en sus problemas internos, es incapaz, aún, de reaccionar ante sus acometidas ideológicas, dando ocasión a su engreimiento que se materializa en la proliferación sin precedentes, de opúsculos, documentos, ensayos y celebraciones de conferencias que confirman la superación de determinados principios marxistas.

Una tal situación nos compromete a los comunistas a realizar un esfuerzo intenso y renovado inaplazable. De lo contrario, de seguir agazapados a la sombra de la crisis, sin activar nuestras energías con el mismo ardor con que lo hacen nuestros enemigos, contribuiremos sin desearlo al éxito de los argumentos más detractores de sus críticas.

El marxismo, no obstante, es una razón objetiva que tiene vida propia, independientemente de la capacidad de reacción que demostremos sus seguidores, porque entraña sus raíces en la realidad de un universo mutante y cuestiona científicamente las bases económicas de un capitalismo insatisfactorio y contranatural. El hecho es, que después de tantas adversidades, y de tantas veces enterrarlo, la influencia que el marxismo ejerce sobre el pensamiento moderno es tan notable aún, que merece la máxima atención de los que pronosticaron hace tiempo su defunción. ¿Por qué, si el marxismo está muerto, existe la obsesión por refutarlo?

La visión de un marxismo inanimado, se enturbia cuando se somete a un examen pormenorizado y sistemático la obra de sus principales hacedores, Marx, Engels y Lenin, de la que se desprende una interacción sintetizadora y a la vez, armónica entre la teoría y la praxis. Esta actitud reflexiva y de síntesis, emana de la dialéctica que lleva impresa en cada uno de sus postulados. No se puede, ni se debe afirmar, (salvo en el supuesto de un interés inconfesable) que los fundamentos del marxismo se hallan prisioneros de la rigidez absoluta de sus objetivos. Marx, Engels y Lenin demostraron, una vez tras otra, que en la aplicación de los principios se deben considerar siempre todos los cambios que constantemente tienen lugar en la sociedad capitalista, del mismo modo que se han de tener en cuenta, también, los descubrimientos científicos a la hora de abordar la fenomenología física.

Pero, no todas las críticas que condenan al marxismo proceden de aquellos que celebran su caducidad. También la doctrina de Marx ha de soportar, los ataques más virulentos, si cabe, de los que ensalzan su disposición renovadora. Basándose en el talante evolucionista del pensamiento marxista, se emprende la falsaria tarea de superación que se enmascara con la perspectiva del enriquecimiento. Esta tendencia muy extendida entre algunos sectores de la intelectualidad militante, propone la evolución desde el corazón mismo del marxismo, presuntamente, para curarlo de sus heridas, y con la voluntad de actualizarlo y adaptarlo a las nuevas circunstancias. En conciencia, lo que persiguen no es la actualización de los principios, sino su destrucción, por estimarlos inservibles y sustituirlos por otros que estén en sintonía con sus deseos, extremo éste que llegan a confundir con los cambios políticos que se han producido en la sociedad capitalista. Así, el marxismo por obra y gracia de la adaptación se esfuma, se extingue, sin dejar más huella que la de su nombre como testimonio de su acción regeneradora.

Después de 150 años de intentar desplazar al marxismo, las alternativas superadoras no han dado un solo paso concreto. Bueno es reconocer que los seguidores de Marx no hemos alcanzado todavía nuestros ideales, aún así, nadie podrá negar que nuestros esfuerzos y nuestra perseverancia, han proporcionado a la historia humana, elementos experimentales de gran valor para el futuro. Hoy por hoy, los marxistas-leninistas, podemos presumir con la cabeza muy en alto de ser los únicos que hemos puesto cerco a la explotación capitalista. Nuestra indomable vitalidad, como nuestra probada templanza ante las contrariedades y el continuar en pie, después de los fracasos y frustraciones que provocó el derrumbe de los países de la Europa del Este, se deben exclusivamente a la fortaleza de ánimo que la inspira y al poder de convicción que posee la doctrina marxista, que ha hecho del devenir su verdad absoluta, en la que se estrellan las fantásticas elucubraciones del idealismo y contra la que rebotan las reaccionarias apuestas de las opciones renovadoras.

La dialéctica en el pensamiento marxista, no se podrá jamás comprender separada de su objeto final, que la distingue de todas las demás filosofías, por ser la única que ha dotado a sus principios de los medios científicos para obtener su objetivo capital: la sociedad comunista. En esto se distingue de la ideología burguesa estricta, absolutamente conservadora y en esto, se diferencia, también, de todas las alternativas superadoras que adolecen de perspectivas revolucionarias.

En la actualidad el discurso en torno a la caducidad del marxismo evoluciona de diferentes formas y lo que en los desconcienzados y en los renegados se convierte en una diatriba, en algunos militantes de partidos obreros se manifiesta como un sofisma. Estos, haciendo mal uso de sus legítimos derechos a aportar razones para la adecuación ideológica y política de sus partidos a los tiempos modernos, en el fondo, se dedican a impugnar su existencia al reivindicar formas de organización extrañas al leninismo, a veces, orillando con el anarquismo y en otras ocasiones lindando con las agrupaciones socialdemócratas.

Los cambios producidos en el mundo con un cargo tan costoso para el Movimiento Comunista Mundial, es un motivo, lo suficientemente atractivo, para, además, desde nuestras filas, analizar si el marxismo es una teoría anticuada e ineficaz y en su consecuencia, plantear si es necesaria la existencia de una organización marxistaleninista o en su defecto, abogar por la transformación en otro modelo de partido.

El marxismo está vivo.

La grandeza del marxismo es superlativa y contra ella colisionan todas las hipótesis sobre su defunción. Desde que Marx y Engels concibieron el materialismo (dialéctico e histórico) como fuente de análisis y como guía de acción de los oprimidos, el marxismo ha tenido que repeler acometidas feroces, procedentes de la burguesía y provenientes de los oportunismos tanto de derecha como de izquierda.

Las épocas en las que las luchas de clases aparecen atenuadas, son las más idóneas para el florecimiento de las teorías liquidacionistas, a lo cual ayuda la reconstrucción que se da con carácter continuo en el interior de la clase obrera, observadas y estudiadas ya por Marx, Engels y Lenin, cada vez mas complicada por la inclusión de nuevos integrantes (pequeña burguesía arruinada, profesionales, intelectuales, etc.), que en alguna medida llevan consigo las ideas propias de su posición social de origen.

Con todo a su favor, se fortalece la alianza de la burguesía con los políticos pseudos demócratas y con los sectores más reaccionarios de la intelectualidad, sus más fieles acompañantes en el terreno ideológico, quienes se apresuran a sepultar al marxismo que, a pesar de todos los intentos, permanece incólume y con un brío excitante.

Por medio de la filosofía, mas que por ningún otro método de análisis, se puede valorar con mayor rigor, que el marxismo, lejos de haber desaparecido está omnipresente en toda la sociedad. Gracias al marxismo, las ciencias, la cultura, la moral, han adquirido una dimensión universal y distinta. Es el triunfo apabullante de la dialéctica marxista sobre la metafísica idealista. En el mundo contemporáneo, el avance técnico y científico en la sociedad burguesa, no tendría lugar de no aplicarse las leyes de la dialéctica materialista en el proceso de investigación. La Geografía, la Historia y todas las ramas del saber humano, ya no se explican de igual manera que antes de Marx. Todas las disciplinas científicas buscan las conexiones de los fenómenos naturales, su interdependencia con el ser humano para percibir las relaciones causales entre ellos. Es la afirmación incontrovertible de que el tiempo, el espacio, la conciencia, es decir, todos los fenómenos naturales, es una propiedad de la materia en movimiento, como asevera el marxismo. Aunque se ha intentado negar el marxismo en virtud de que Einstein escribió la siguiente ecuación: E = mc2 (E: energía; m: masa; c: velocidad de la luz) porque con ella se ha pretendido imponer la hipótesis de que la interacción de las partículas y las antipartículas se convierten en fotones, lo que significaría la destrucción de la materia.

Sin embargo, se ha podido demostrar en contra de lo que defiende el idealismo moderno, que no hay ninguna aniquilación de la materia, lo que sí sucede es el paso o la transformación de una forma de materia a otra, respetándose escrupulosamente la conservación de la masa, de la carga eléctrica, del impulso, del momento del impulso y de algunas propiedades mas de las micro partículas. Los fotones, es decir, los cuanta del campo electromagnético, es una forma de la materia en movimiento.

La dinámica que impone el desarrollo de las ciencias desborda los límites de la ideología burguesa, en su consecuencia, los pilares religiosos se resquebrajan y el papel de la Iglesia se hace patético, porque atrapada en su propio drama, es incapaz de interceptar la afluencia de datos, de neutralizar las tesis, y de ocultar los descubrimientos científicos que ponen en tela de juicio la existencia de un espíritu todopoderoso con dominio absoluto del pasado y del porvenir. Hoy más que nunca, la Iglesia solo puede apoyarse para su subsistencia, en la ignorancia de las clases trabajadoras y en el aprovechamiento que de ella hacen las clases poderosas, interesadas en mantener la institución religiosa para adormecer a las masas. La teoría en "vigor" que más adictos ha conquistado, la de la expansión del Universo en aceleración constante, en contra de lo que algunos afirmaban, confirma la materialidad del mundo objetivo y la eternidad de la materia dando la razón al marxismo.

Solo el cinismo burgués puede presentar las teorías marxistas como descubrimientos recientes de la ciencia. Primero, sucedió con la teoría del origen del lenguaje hablado y después, con el argumento más relevante de la evolución del hombre que trata de delimitar las fronteras entre el ser humano y el animal. Las investigaciones actuales precisan dicho límite en la interacción de las manos y el cerebro que Engels, ya en el siglo XIX lo dedujo y lo explicitó con su verdadero vocablo: trabajo, o la capacidad para producir los bienes para su subsistencia. (Engels, La transformación del mono al hombre).

El marxismo pujante penetra por todos los poros de la sociedad porque representa la realidad objetiva frente a la falsa moralidad burguesa. Los deseos de una auténtica libertad sexual libre de las trabas económicas y de los prejuicios sociales, entre otros, de la juventud, su desgaire, su pasión por la ecología, su amor por la paz, su rechazo al militarismo imperialista y reaccionario y su conducta, a veces comprometida con los pobres del mundo subdesarrollado, tienen sus antecedentes más directos en la moral marxista. Sin embargo, ningunos de estos anhelos humanistas pueden ser satisfechos, porque los límites que abarcan a la sociedad capitalista lo impiden.

Por todas estas razones, la inevitabilidad de la existencia de un Partido marxistaleninista se expresa de modo acuciante. Un partido que aglutine todas estas energías desperdigadas que corren el riesgo de desintegrarse, si no se les convence de que la cultura que predican y protagonizan no corresponden a esta sociedad. Si no se les persuade de la necesidad de luchar organizadamente contra el sistema que imposibilita la satisfacción de sus ilusiones y que emplea los avances científicos en beneficios de unos cuantos; aunque, ello presuponga la degradación ambiental, el hambre para millones de niños, mujeres y hombres y la destrucción de vidas humanas a través de guerras de exterminios. De la necesidad también, de instaurar una sociedad en donde los conocimientos estén al alcance de todos los ciudadanos.

Uno de los pilares en que se basa el materialismo histórico, es decir, la lucha de clases, es objeto de múltiples interpretaciones, todas ellas tendentes a obviar su existencia. En épocas de calma los teóricos burgueses tratan de restarle importancia, cuando no de negarla, recurriendo al tópico por ellos creado, de que la lucha de clases es un concepto anticuado, que el capitalismo democrático desarrollado ha superado.

Este argumento, clásico ya, se altera cuando la evidencia se impone en los momentos supremos. Entonces, a los ideólogos burgueses y a los políticos de derecha no les importa pasar por antiquísimos y apelan a la supuesta naturaleza humana, recordando al milenario Aristóteles que planteaba la esclavitud como un bien de la naturaleza: Unos hombres nacen para ordenar y otros nacen para obedecer, y ambos son felices si cumplen con su misión.

Partido Comunista Obrero Español (PCOE).