Antecedentes
históricos del documento de Stalin:
«A fines de 1905
y comienzos de 1906, en Georgia, un grupo de anarquistas dirigido por un
conocido anarquista, discípulo de Kropotkin, V. Cherkezishvili y sus secuaces
Mijazo Tsereteli (Bâton), Shalva Goguelia (Sh. G.) y otros, sostuvo una
encarnizada campaña contra los socialdemócratas. El grupo editaba en Tiflis los
periódicos «Nobati», «Musha» y otros. Los anarquistas carecían en absoluto de
base entre el proletariado, pero consiguieron algunos éxitos entre los
elementos desclasados y pequeñoburgueses. J. V. Stalin escribió contra los
anarquistas una serie de artículos bajo el título general de «¿Anarquismo o
socialismo?». Los primeros cuatro artículos aparecieron en el periódico «Arjali
Tsjovreba» en junio-julio de 1906. La publicación de los artículos siguientes
fue interrumpida, ya que las autoridades clausuraron el periódico. En diciembre
de 1906 y el 1 de enero de 1907, los artículos que habían sido publicaos en
«Arjali Tsjovrena» fueron reproducidos en el periódico «Arjali Droeba», aunque
un tanto modificados. La redacción del periódico adjuntó a estos artículos la
siguiente nota: «Recientemente el Sindicato de Empleados se dirigió a nosotros
con la propuesta de que publicáramos artículos sobre el anarquismo, el
socialismo y otras cuestiones semejantes (v. «Arjali Droeba», núm. 3). El mismo
deseo ha sido manifestado por otros camaradas. Con satisfacción accedemos a
estos deseos y publicamos dichos artículos. Por lo que se refiere a los
artículos mismos, consideramos necesario recordar que parte de ellos han sido
publicados ya en una ocasión en la prensa georgiana (por causas ajenas a la
voluntad del autor, los artículos no fueron terminados). A pesar de ello, hemos
considerado necesario publicar en su integridad estos artículos y hemos
propuesto al autor que los reelaborase, presentándolos en un lenguaje accesible
a todos, lo que ha hecho gustosamente». Así surgieron las dos variantes de las
primeras cuatro partes del trabajo «¿Anarquismo o socialismo?». Su continuación
apareció en los periódicos «Chveni Tsjovreba», en febrero de 1907, y «Dro», en
abril de 1907. La primera variante de los artículos «¿Anarquismo o
socialismo?», publicada en «Ajali Tsjovreba», se incluye como apéndice del
presente tomo.»
El eje de la
vida social moderna es la lucha de clases. Y en el curso de esta lucha cada
clase se rige por su ideología. La burguesía tiene su propia ideología: el
llamado liberalismo. El proletariado también tiene su propia ideología:
es, como se sabe, el socialismo.
No se puede
considerar el liberalismo como un todo único e indiviso: se subdivide en
diferentes tendencias, correspondientes a las diferentes capas de la burguesía.
Tampoco el
socialismo es único e indiviso: en él se dan asimismo diferentes tendencias.
No vamos a
ocuparnos aquí del análisis del liberalismo: mejor es dejarlo para otro
momento. Queremos dar a conocer al lector sólo el socialismo y sus corrientes.
En nuestra opinión, esto tendrá más interés.
El socialismo se
divide en tres corrientes principales: el reformismo, el anarquismo y
el marxismo.
El reformismo
(Bernstein y otros), que considera el socialismo como un objetivo lejano y nada
más; el reformismo, que de hecho niega la revolución socialista y trata de instaurar
el socialismo por vía pacífica; el reformismo, que no preconiza la lucha de clases,
sino su colaboración; este reformismo se descompone de día en día, pierde de
día en día todos los rasgos del socialismo, y, en nuestra opinión, no hay
ninguna necesidad de analizarlo aquí, en estos artículos, al definir el
socialismo.
Otra cosa
completamente distinta ocurre con el marxismo y el anarquismo: ambos son
reconocidos en la actualidad como corrientes socialistas, ambos sostienen una
lucha encarnizada entre sí, ambos tratan de presentarse a los ojos del
proletariado como doctrinas auténticamente socialistas, y, claro está, el
examen y la contraposición de los mismos será para el lector mucho más
interesante.
No somos de
aquellos que, al oír mencionar la palabra «anarquismo», se vuelven con
desprecio y exclaman displicentes: «¡Ganas tenéis de ocuparos de eso; ni
siquiera vale la pena hablar de ello!». Consideramos que esta «crítica» barata
es tan indigna como inútil.
No somos tampoco
de los que se consuelan diciendo que los anarquistas «no cuentan con masas y
por eso no son muy peligrosos». La cuestión no está en saber a quién siguen hoy
«masas» mayores o menores; la cuestión está en la existencia de la doctrina. Si
la «doctrina» de los anarquistas expresa la verdad, entonces de por sí se comprende
que se abrirá paso indefectiblemente y agrupará en torno suyo a la masa. Pero
si dicha doctrina es inconsistente y se halla edificada sobre una base falsa,
no subsistirá largo tiempo y quedará en el aire. Ahora bien, la inconsistencia
del anarquismo debe ser demostrada.
Algunos
consideran que el marxismo y el anarquismo tienen los mismos principios, que
entre ambos existen sólo discrepancias tácticas, de modo que, según esa opinión,
es completamente imposible contraponer estas dos corrientes.
Pero eso es un
gran error.
Nosotros
consideramos que los anarquistas son verdaderos enemigos del marxismo. Por
consiguiente, reconocemos que contra los verdaderos enemigos hay que sostener
una lucha también verdadera. Y por eso es necesario analizar la «doctrina» de los
anarquistas desde el comienzo hasta el fin y sopesarla concienzudamente en
todos sus aspectos.
El hecho es que
el marxismo y el anarquismo se basan en principios completamente distintos, a
pesar de que ambos salen a la palestra bajo la bandera socialista. La piedra
angular del anarquismo es el individuo, cuya emancipación es, a juicio
de los anarquistas, la condición principal de la emancipación de la masa, de la
colectividad. A juicio del anarquismo, la emancipación de la masa es imposible
hasta que se emancipe el individuo, debido a lo cual su consigna es: «Todo para
el individuo». En cambio, la piedra angular del marxismo es la masa,
cuya emancipación es, a juicio de él, la condición principal de la emancipación
del individuo. Es decir, a juicio del marxismo, la emancipación del individuo
es imposible hasta que se emancipe la masa, debido a lo cual su consigna es:
«Todo para la masa».
Es claro que
aquí tenemos dos principios que se excluyen mutuamente, y no sólo discrepancias
tácticas.
La finalidad de
nuestros artículos es confrontar estos dos principios opuestos, comparar el
marxismo y el anarquismo y esclarecer así sus virtudes y defectos. Además, consideramos
necesario dar a conocer aquí al lector el plan de los artículos.
Comenzaremos
trazando la característica del marxismo, nos referiremos de pasada a las
opiniones de los anarquistas sobre el marxismo, y después pasaremos a hacer la
crítica del propio anarquismo. A saber: expondremos el método dialéctico, las opiniones
de los anarquistas acerca de este método y nuestra crítica; la teoría materialista,
las opiniones de los anarquistas y nuestra crítica (en ese mismo lugar se hablará
de la revolución socialista, de la dictadura socialista, del programa mínimo y,
en general, de la táctica); la filosofía de los anarquistas y nuestra crítica;
la táctica y la organización de los anarquistas, y a título de conclusión
formularemos nuestras deducciones.
Trataremos de
demostrar que los anarquistas, como propugnadores de un socialismo de pequeñas
comunidades, no son auténticos socialistas.
Trataremos
también de demostrar que los anarquistas, por cuanto niegan la dictadura del
proletariado, tampoco son auténticos revolucionarios...
Así, pues, manos
a la obra.
I
EL
MÉTODO DIALÉCTICO
En el mundo todo
está en movimiento... Cambia la vida, crecen las fuerzas productivas, se
desmoronan las viejas relaciones sociales... (C. Marx)
El marxismo no es sólo la teoría del socialismo. Es una concepción
integral del mundo, un sistema filosófico del cual se desprende lógicamente el
socialismo proletario de Marx. Este sistema filosófico se llama materialismo
dialéctico.
Por eso, exponer el marxismo significa exponer a la vez el materialismo
dialéctico.
¿Por qué se
llama este sistema materialismo dialéctico?
Porque su método
es dialéctico, y su teoría, materialista.
¿Qué es el
método dialéctico?
Se dice que la vida social se encuentra en estado de incesante
movimiento y desarrollo. Y esto es cierto: la vida no puede ser considerada
como algo estático e inmutable; la vida nunca se detiene a un mismo nivel, se
halla en eterno movimiento, en eterno proceso de destrucción y de creación. Por
eso, en la vida siempre existe lo nuevo y lo viejo, lo que crece
y lo que muere, lo revolucionario y lo contrarrevolucionario.
El método dialéctico dice que hay que considerar la vida precisamente
tal y como es en realidad. Hemos visto que la vida se encuentra en incesante
movimiento; por tanto, debemos examinar la vida en su movimiento y preguntar:
¿hacia dónde marcha la vida? Hemos visto que la vida ofrece un cuadro de
constante destrucción y creación; por tanto es deber nuestro examinar la vida
en su destrucción y creación y preguntar: ¿qué es lo que se destruye y qué es
lo que se crea en la vida?
Lo que en la vida nace y de día en día crece, es invencible; detener su
movimiento hacia delante es imposible. Es decir, si, por ejemplo, en la vida
nace el proletariado como clase y crece de día en día, por débil y poco
numeroso que sea hoy, al fin y al cabo ha de vencer. ¿Por qué? Porque
crece, cobra vigor y marcha adelante. Por el contrario, lo que en la vida
envejece y camina hacia la tumba, ha de ser inevitablemente derrotado, aunque hoy
represente una fuerza poderosa. Es decir, si, por ejemplo, la burguesía
pisa un terreno cada vez menos firme y retrocede de día en día, por fuerte y
numerosa que sea hoy, ha de ser, al fin y al cabo, derrotada. ¿Por qué? Porque
como clase se descompone, se debilita, envejece y se convierte en una carga superflua
en la vida.
De aquí surgió el conocido planteamiento dialéctico de que todo lo que realmente
existe, es decir, todo lo que crece de día en día es racional, y todo lo que de
día en día se descompone es irracional y, por lo tanto, no ha de evitar la
derrota.
Ejemplo. Por los años 80 del siglo pasado, entre los intelectuales
revolucionarios rusos se suscitó una gran polémica. Los populistas sostenían
que la fuerza principal capaz de encargarse de la «emancipación de Rusia» era
la pequeña burguesía del campo y de la ciudad. ¿Por qué?, les preguntaban los
marxistas. Porque, decían los populistas, la pequeña burguesía del campo y de
la ciudad constituye ahora la mayoría, y, además, es pobre y vive en la
miseria.
Los marxistas replicaban: es cierto que la pequeña burguesía del campo
y de la ciudad constituye ahora la mayoría y realmente es pobre, pero ¿se trata
acaso de esto? Hace ya mucho tiempo que la pequeña burguesía constituye la
mayoría, pero hasta ahora no ha manifestado, sin la ayuda del proletariado,
ninguna iniciativa en la lucha por la «libertad». ¿Por qué? Porque la pequeña
burguesía, como clase, no crece; al contrario, se descompone de día en día y se
divide en burgueses y proletarios. Por otra parte, tampoco la pobreza tiene
aquí, naturalmente, una importancia decisiva: los «vagabundos» son más pobres
que la pequeña burguesía, pero nadie afirmará que pueden encargarse de la
«emancipación de Rusia».
Como veis, la cuestión no estriba en saber qué clase constituye hoy la
mayoría o qué clase es más pobre, sino en saber cuál es la clase que cobra
vigor y cuál la que se descompone.
Y puesto que el proletariado es la única clase que crece y cobra vigor
sin cesar, la única que impulsa adelante la vida social y agrupa en torno suyo
a todos los elementos revolucionarios, nuestro deber es, por lo tanto,
reconocerlo como la fuerza principal en el movimiento contemporáneo, formar en
sus filas y hacer nuestras sus aspiraciones avanzadas.
Así respondían los marxistas.
Evidentemente, los marxistas consideraban la vida de un modo
dialéctico, mientras que los populistas razonaban de un modo metafísico, ya que
se imaginaban la vida social inmóvil en un punto.
Así considera el método dialéctico el desarrollo de la vida.
Sin embargo, hay movimiento y movimiento. Hubo movimiento de la vida
social durante las «jornadas de diciembre», cuando el proletariado, enderezando
sus espaldas, asaltó los depósitos de armas y se lanzó al ataque contra la
reacción. Pero asimismo hay que calificar de movimiento social el movimiento de
los años precedentes, cuando el proletariado, en las condiciones del desarrollo
«pacífico», se limitaba a declarar huelgas parciales y a fundar pequeños
sindicatos.
Es evidente que el movimiento reviste distintas formas.
Pues bien, el método dialéctico afirma que el movimiento tiene doble
forma: evolutiva y revolucionaria.
El movimiento es evolutivo cuando los elementos progresivos continúan espontáneamente
su labor cotidiana e introducen en el viejo régimen pequeños cambios, modificaciones
cuantitativas.
El movimiento es revolucionario cuando esos mismos elementos se unen,
se penetran de una misma idea y se precipitan contra el campo enemigo, para
destruir de raíz el viejo régimen e introducir en la vida cambios cualitativos,
instaurando un nuevo régimen.
La evolución prepara la revolución y crea el terreno para ella, y la
revolución corona la evolución y contribuye a su obra ulterior.
Procesos semejantes se dan también en la vida de la naturaleza. La
historia de la ciencia demuestra que el método dialéctico es un método
auténticamente científico: comenzando por la astronomía y concluyendo por la
sociología, en todas partes halla confirmación la idea de que en el mundo no
hay nada eterno, de que todo cambia, de que todo se desarrolla. Por
consiguiente, todo en la naturaleza debe ser examinado desde el punto de vista
del movimiento, del desarrollo. Esto significa que el espíritu de la dialéctica
penetra toda la ciencia contemporánea.
Y por lo que se refiere a las formas del movimiento, por lo que se
refiere a que, de acuerdo con la dialéctica, los pequeños cambios, las
modificaciones cuantitativas, conducen, al fin y al cabo, a grandes
cambios, a modificaciones cualitativas, esta ley rige asimismo, en igual
medida, en la historia de la naturaleza. El «sistema periódico de los
elementos» de Mendeléiev muestra claramente la gran importancia que en la
historia de la naturaleza tiene la aparición de los cambios cuantitativos. De
esto mismo es testimonio, en biología, la teoría del neolamarquismo, a la cual
el neodarvinismo cede el puesto.
Nada decimos de otros muchos hechos, suficientemente esclarecidos por
F. Engels en su «Anti-Dühring».
Tal es el contenido del método dialéctico.
* * *
¿Cómo consideran los anarquistas el método dialéctico?
De todos es sabido que el fundador del método dialéctico fue Hegel.
Marx depuró y mejoró este método. Naturalmente, esta circunstancia es conocida
también de los anarquistas. Ellos saben que Hegel era conservador, y,
aprovechándose del caso, fustigan hasta más no poder a Hegel como partidario de
la «restauración», «demuestran» con apasionamiento que «Hegel es un filósofo de
la restauración..., que ensalza el constitucionalismo burocrático en su forma
absoluta, que la idea general de su filosofía de la Historia está subordinada y
sirve a la corriente filosófica de la época de la restauración», etc., etc. (v.
en el número 6 de «Nobati»[«Nobati» («Llamada»): semanario de los
anarquistas georgianos; se publicó en Tiflís en 1906.] el artículo de V. Cherkezishvili).
Lo mismo «demuestra» en sus obras el conocido anarquista Kropotkin (v.,
por ejemplo, su «Ciencia y anarquismo» en lengua rusa).
Hacen coro a Kropotkin nuestros
kropotkianos, comenzando por Cherkezishvili y terminando por Sh. G. (v. los
números de «Nobati»).
Cierto, nadie
discute con ellos acera de este punto; al revés, todo el mundo coincide en que
Hegel no era revolucionario. Precisamente Marx y Engels demostraron antes que
nadie, en su «Crítica de la crítica crítica», que las concepciones históricas
de Hegel se hallan en contradicción radical con el Poder soberano del pueblo.
Pero, a pesar de ello, los anarquistas «demuestran» y consideran indispensable
«demostrar» cada día que Hegel era partidario de la «restauración». ¿Para qué
lo hacen? Probablemente, para desacreditar de tal modo a Hegel y dar a entender
al lector que en el «reaccionario» Hegel tampoco el método puede dejar de ser
«aborrecible» y anticientífico.
Así es como
piensan los anarquistas refutar el método dialéctico.
Nosotros
declaramos que de ese modo no demostrarán otra cosa que su propia ignorancia.
Pascal y Leibniz no eran revolucionarios, pero el método matemático descubierto
por ellos está reconocido hoy como un método científico. Mayer y Hemholtz no
eran revolucionarios, pero sus descubrimientos en el dominio de la física sirvieron
de base a la ciencia. Tampoco eran revolucionarios Lamarck y Darwin, pero su método
evolucionista puso en pie a la ciencia biológica... ¿Por qué, pues, no se puede
reconocer que, a pesar de su conservadurismo, Hegel consiguió elaborar un
método científico, denominado dialéctico?
No, de ese
modo los anarquistas no demostrarán otra cosa que su propia ignorancia.
Sigamos
adelante. Según la opinión de los anarquistas, «la dialéctica es metafísica», y
como «quieren emancipar a la ciencia de la metafísica, y a la filosofía de la
teología», por eso precisamente rechazan el método dialéctico (v. «Nobati»,
núms.. 3 y 9, Sh. G.; y también «Ciencia y anarquismo» de Kropotkin).
¡Vaya con los
anarquistas! Como se dice, «hacen pagar a justos por pecadores». La dialéctica
ha alcanzado su madurez en la lucha contra la metafísica y en esta lucha ha conquistado
su gloria, pero en opinión de los anarquistas resulta que ¡la dialéctica es metafísica!
La dialéctica
afirma que en el mundo nada hay eterno, que en el mundo todo es transitorio y mutable;
cambia la naturaleza, cambia la sociedad, cambian los usos y costumbres,
cambian los conceptos de justicia, cambia la propia verdad; por eso mismo la
dialéctica lo considera todo de un modo crítico, por eso mismo niega la verdad establecida
de una vez para siempre, y por consiguiente, niega asimismo las abstractas «tesis
dogmáticas que, una vez encontradas, sólo hay que aprenderse de memoria» (v. F.
Engels, «Ludwig Feuerbach»).
En cambio, la
metafísica nos afirma otra cosa completamente distinta. Para ella el mundo es
algo eterno e inmutable (v. F. Engels, «Anti-Dühring»), el mundo está determinado
de una vez para siempre por alguien o por algo; he ahí por qué los metafísicos
tienen siempre en la boca la «justicia eterna» y la «verdad inmutable».
Proudhon, el
«padre» de los anarquistas, decía que en el mundo existe una justicia
inmutable, determinada de una vez para siempre, que deber ser colocada como
base de la sociedad futura. Debido a esto se llamaba a Proudhon metafísico.
Marx luchó contra Proudhon con ayuda del método dialéctico y demostró
que, puesto que en el mundo todo cambia, debe cambiar también la
«justicia», y, por consiguiente, la «justicia inmutable» es un delirio
metafísico (v. C. Marx, «Miseria de la filosofía»). Y los discípulos
georgianos del metafísico Proudhon insisten en asegurarnos: ¡«La dialéctica de
Marx es metafísica»!
La metafísica
reconoce diferentes dogmas nebulosos, como, por ejemplo, «lo incognoscible», la
«cosa en sí», y, al fin y al cabo, se transforma en insubstancial teología. En
oposición a Proudhon y a Spencer, Engels luchó contra estos dogmas con ayuda
del método dialéctico (v. «Ludwig Feuerbach»). Y los anarquistas –discípulos de
Proudhon y Spencer– nos dicen que Proudhon y Spencer son unos sabios y Marx y Engels,
¡unos metafísicos!
Una de dos: o
los anarquistas se engañan ellos mismos o no saben lo que dicen.
En todo caso, es
indudable que los anarquistas confunden el sistema metafísico de Hegel
con su método dialéctico.
Ni que decir
tiene que el sistema filosófico de Hegel, que se basa en la idea inmutable,
es metafísico desde el principio hasta el fin. Pero es evidente también
que el método dialéctico de Hegel, que niega toda idea inmutable, es científico
y revolucionario desde el principio hasta el fin.
He ahí por qué
Carlos Marx, al mismo tiempo que sometía el sistema metafísico de Hegel a una
crítica demoledora, ensalzaba su método dialéctico, que, según las palabras de
Marx, «no se deja imponer por nada; es esencialmente crítico y revolucionario»
(v. «El Capital», t. I. Palabras finales).
He ahí por qué
Engels ve una gran diferencia entre el método de Hegel y su sistema «Quien
hiciese hincapié en el sistema de Hegel, podía ser bastante conservador en
ambos terrenos; quien considerase como lo primordial el método dialéctico,
podía figurar, tanto en el aspecto religioso como en el aspecto político, en la
extrema oposición» (v. «Ludwig Feuerbach»).
Los anarquistas
no ven esta diferencia e insisten en afirmar irreflexivamente que «la
dialéctica es metafísica».
Sigamos
adelante. Los anarquistas dicen que el método dialéctico es «un astuto enredo»,
«un método de sofismas», «de acrobacias con la lógica» (v. «Nobati», núm. 8. Sh.
G.), «gracias al cual se demuestran con idéntica facilidad tanto la verdad como
la mentira» (v. en el núm. 4 de «Nobati» el artículo de Cherkezishvili).
Así, en opinión
de los anarquistas, el método dialéctico demuestra igualmente la verdad y la
mentira.
A primera vista
puede parecer que la acusación lanzada por los anarquistas no carece de
fundamento. Oíd, por ejemplo, lo que dice Engels de quien sigue el método metafísico:
«...Su hablar es «Sí, sí; No, no; porque lo que es más de esto, de mal procede». Para él, una cosa existe o no existe: un objeto no puede ser lo que es y al mismo tiempo algo distinto. Lo positivo y lo negativo se excluyen en absoluto... » (v. «Anti- Dühring». Introducción).
¡Cómo!,
replicarán acalorados los anarquistas. ¡¿Acaso es posible que un mismo objeto
sea al propio tiempo bueno y malo?! ¡Pero si esto es un «sofisma», un «juego de
palabras», pero si esto significa que «queréis demostrar con idéntica facilidad
la verdad y la mentira»!...
Sin embargo,
penetremos en el fondo de la cuestión.
Hoy exigimos la
república democrática. ¿Podemos decir que la república democrática es buena en
todos los sentidos o que es mala en todos los sentidos? ¡No, no podemos
decirlo! ¿Por qué? Porque la república democrática es buena solamente en un aspecto,
cuando destruye el régimen feudal; pero en cambio es mala en otro aspecto, cuando
fortalece el régimen burgués. Por eso precisamente decimos: por cuanto la república
democrática destruye el régimen feudal, es bueno y luchamos por ella; pero por
cuanto fortalece el régimen burgués, es mala y luchamos contra ella.
Resulta que la
misma república democrática es al propio tiempo «buena» y «mala», «sí» y «no».
Lo mismo cabe
decir de la jornada de trabajo de ocho horas, que al propio tiempo es «buena»,
por cuanto fortalece al proletariado, y «mala», por cuanto refuerza el sistema
de trabajo asalariado.
Precisamente hechos
de esta índole eran los que Engels tenía en cuenta cuando caracterizaba el
método dialéctico con las palabras arriba citadas.
Pero los anarquistas
no lo han comprendido, y una idea completamente clara les ha parecido un
«sofisma» nebuloso.
Naturalmente,
los anarquistas son muy libres de advertir o no advertir estos hechos, y
hasta pueden no advertir la arena en una playa; están en su derecho. Pero, ¿qué
tiene que ver con eso el método dialéctico, que, a diferencia del anarquismo,
no mira a la vida con los ojos cerrados, siente su pulsación y afirma
abiertamente como la vida cambia y se encuentra en movimiento, todo fenómeno
vital tiene dos tendencias, una positiva y otra negativa, de las cuales debemos
defender la primera y rechazar la segunda?
Sigamos
adelante. En opinión de nuestros anarquistas, «el desarrollo dialéctico es un
desarrollo catastrófico, mediante el cual primero se destruye por completo el pasado,
y después, completamente desligado de él, se afirma el futuro... Los
cataclismos de Cuvier eran engendrados por causas desconocidas, pero las
catástrofes de Marx y Engels son engendradas por la dialéctica (v. «Nobati»,
núm. 8. Sh. G.).
Y en otro lugar
el mismo autor escribe: «El marxismo se basa en el darvinismo y no mantiene
ante él una actitud crítica» (v. «Nobati», núm. 6).
¡Prestad
atención!
Cuvier niega la
evolución darvinista, reconoce solamente los cataclismos, y el cataclismo es
una explosión inesperada, «engendrada por causas desconocidas».
Los anarquistas afirman que los marxistas siguen a Cuvier y que, por
tanto, rechazan el darvinismo.
Darwin niega los
cataclismos de Cuvier, reconoce la evolución gradual. Y he ahí que estos mismos
anarquistas afirman que «el marxismo se basa en el darvinismo y no mantiene
ante él una actitud crítica», es decir, que los marxistas niegan los cataclismos
de Cuvier.
En una palabra,
los anarquistas acusan a los marxistas de seguir a Cuvier y al propio tiempo
les echan en cara que siguen a Darwin, y no a Cuvier.
¡Así es la
anarquía! Como suele decirse. ¡la viuda del suboficial se ha flagelado a sí
misma! Es evidente que el Sh. G. del octavo número de «Nobati» se ha olvidado
de lo que decía el Sh. G. del sexto número.
¿Cuál de los
números tiene razón: el octavo o el sexto?
Veamos los
hechos. Marx dice:
«Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad... Y se abre así una época de revolución social». Pero «ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella...» (v. C. Marx, «Contribución a la crítica de la Economía Política». Prólogo).
Si se aplica
esta tesis de Marx a la vida social moderna, resultará que entre las fuerzas
productivas modernas, que tienen un carácter social, y la forma de
apropiación de los productos, que tiene un carácter privado, existe un
conflicto radical, que debe culminar en la revolución socialista (v. F.
Engels, «Anti-Dühring». Capítulo segundo de la tercera parte).
Como veis, en
opinión de Marx y Engels, la revolución no la engendran las «causas
desconocidas» de Cuvier, sino causas sociales completamente determinadas y reales,
llamadas «desarrollo de las fuerzas productivas».
Como veis, en
opinión de Marx y Engels, la revolución sólo se lleva a efecto cuando han
madurado suficientemente las fuerzas productivas, y no de manera inesperada,
como pensaba Cuvier.
Es evidente que
no hay nada de común entre los cataclismos de Cuvier y el método dialéctico de
Marx.
Por otra parte,
el darvinismo rechaza no sólo los cataclismos de Cuvier, sino también el
desarrollo comprendido dialécticamente, que incluye la revolución, mientras que,
desde el punto de vista del método dialéctico, la evolución y la revolución,
los cambios cuantitativos y cualitativos son dos formas necesarias de uno y el
mismo movimiento.
Evidentemente,
no se puede afirmar tampoco que el marxismo... «no mantiene ante el darvinismo
una actitud crítica».
Resulta que
«Nobati» se equivoca en ambos casos, tanto en el sexto número como en el
octavo.
Por último, los
anarquistas nos reprochan que «la dialéctica... no permite ni salir o escaparse
de sí, ni saltar por encima de sí mismo» (v. «Nobati», núm. 8. Sh. G.).
Esto, señores,
es la pura verdad; en esto, respetables señores, tienen ustedes completa razón:
el método dialéctico, realmente, no permite semejante cosa. Pero, ¿por qué no
la permite? Porque «escaparse de sí y saltar por encima de sí mismo» es cosa de
cabras monteses, y el método dialéctico ha sido creado para las personas.
¡Ese es el
secreto!...
Tales son, en
términos generales, las opiniones de los anarquistas sobre el método
dialéctico.
Es evidente que
los anarquistas no han comprendido el método dialéctico de Marx y Engels. Han
inventado su propia dialéctica y precisamente contra ella arremeten con tanta
saña.
A nosotros no
nos queda más que reírnos al observar este espectáculo, pues uno no puede por
menos de reírse cuando ve cómo alguien lucha contra el fruto de su propia fantasía,
aniquila sus propias invenciones y, al mismo tiempo, asegura con calor que bate
al adversario.
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